Ha tenido que pasar casi 5 años para que un servidor supere su récord absoluto de desnivel en carrera.
Y como no, la mejor manera ha sido subir la Arboleda a través del polígono industrial del Campillo. Allí donde habitan caballos atados con cadenas entre naves industriales
Desde Algorta al polígono citado, una matada importante. Por supuesto si hacía falta bajarse de la bici, uno se baja. Eso sí, aunque parezca poco prometedor, las vistas y paisajes escondidas, una vez superadas las cuadras outdoors, eran despampanantes. Esos son los motivos por los que andar en bici a esta edad y con el físico lamentable que tengo, merece la pena.
Cuál fue mi sorpresa al comprobar que tras subir hasta el polígono en cuestión, todavía quedaban 200 metros de subida más. Con la nueva bici, todo es bastante más manejable, pero aún así, duro de pelotas. En la subida y los barrios que me fue encontrando, me encontré un extraño museo de figuras de metal forjado de folklore vasco. No había datos, pero me pareció interesante.
Tras ello, seguí subiendo a la Arboleda, y como no, paisajes arrebatadores desde la zona minera de la costa. Toda la miríada de viviendas centenarias que muestran el efecto visual de siglos de Industrialización y posterior Desindustrialización. Una región la de las postrimerías de la ría del Nervión fascinante por lo variado de sus paisajes.
Tras la llegada a la Arboleda y la imposibilidad de ir a un restaurante a precio razonable, bajada espectacular por la Reineta y subida de nuevo hasta Portugalete. A partir de ahí, más de lo mismo.
Dificultad: Máxima, pero a ritmo caribeño se hace a gusto.
Repetir: No, ya he cumplido.
Downerismos: 0, sin Javi y con bici nueva, cada vez se hace más difícil.