Soria, tierra de sorpresas

Soria, tierra de sorpresas

Soria, tierra de sorpresas 1024 472 BlackEarth Sindustries

Vuelve Biking Hell con sus relatos cósmicos sobre sus viajes astrales por las mesetas de la península. Cuando el Renuente y Starman deciden repetir alojamiento es porque quedaron muchas cosas que ver en el tintero. Y como ha demostrado la tierra de Soria, las cosas que se pueden disfrutar en la provincia son sorprendentemente variadas e intensas. Aunque está vastamente despoblada y yace a una altura que presenta unas inviernos mesetarios severos, no es de lejos el secarral de provincias como Valladolid o, en menor medida, Palencia. Múltiples ríos recorren sus arterias y la ciclabilidad de sus terrenos (aunque hayamos escogido un mes como el de noviembre, particularmente húmedo que hizo que el firme estuviera pesado) es admirable. Ya habíamos visitado los cañones de río Lobos en dos ocasiones y no es nuestro primer encuentro con esta región, pero no parece que vaya a ser la última.

Han sido cuatro rutas, de un intensidad irregular pero que nos han dejado (particularmente el Renuente) doblados. El clima (al principio) algo hostil y el firme, como comentamos, blando y reacio al flow ha provocado un cansancio extra que ha hecho de este viaje una experiencia intensa en todos los sentidos. Pero hemos estado muy a gusto y tras el pseudo fiasco de la visita a Toledo, Torreandaluz y la provincia de Soria nos deja con ganas de más.

Visitando el nacimiento del río Abión

Se notaba en el ambiente, un tono mortuorio, apenas nos juntamos para hacer rutas y los viajes esteparios se han reducido a dos al año en el mejor de los casos. En honor a Starman, se lo ha currado esta vez y más allá de lo difícil de ciclar con el terreno húmedo para los que van con bici analógica como el Renuente, las rutas han estado brutales. Sencillamente. Y la mejor la primera. Salimos desde el mítico pueblo de Calatañazor (donde Almanzor no perdió el tambor) y nos dimos una vuelta por la zona que no paró de darnos sorpresas muy hábilmente preparadas por el routemaster. Llegamos a Cabrejas del pinar y después de atravesar el Sabinar de Calatañazor nos empezamos a encontrar con los primeros paisajes marcianos.

La ruta, a pesar de la humedad en el ambiente y de lo pesado del rodar se hizo agradable. El cabrón de Starman tenía un as guardado en la manga que me dejó literalmente boquiabierto. Tras subir a la cima de la Lastra, tenía una sorpresa para el Renuente.

Cima-Lastra-REnuente-Biking-hell-Soria

Tras bajar un poco a duras penas del momento más alto de la ruta, nos encontramos con una belleza inigualable, de esas que se queda pegada al alma. El nacimiento del río Abión, de nombre la Fuentona. Es difícil describirlo tranquilo y sobrecogedor del lugar. Una serie de fotos es lo mejor para explicar.

Y por si acaso no podíamos flipar, la catarata que surgía un poco más adelante nos dejó sin palabras otra vez.

Después un paseo por la ribera del río en sus comienzos (en otra ruta nos volveríamos a encontrar con él) en un orgasmo rutil difícil de igualar. No fue ni de lejos el mejor paseo ribereño (para eso se hubo de esperar hasta el cuarto día), pero a espectacular no le ganó nada que se haya hecho antes.

Del resto de la ruta poco que contar, porque solo quedaba saborear lo visto. Aún así tuvimos la oportunidad de ver salir el sol por primera vez. Una pasada.

Como detalle, aquí tenéis el relive. De destacar es que casi todas las rutas hubo un desajuste notable entre los desniveles esperados lo que resultaron al final. El Starman ni lo notó, y el Renuente, dentro de un orden lo llevó mucho mejor de lo esperado.

Burgo de Osma

Esta ruta se antojó como la más seca de vistas y más dura de ciclar. Aún así se disfrutó al ser la etapa con desnivel más contenido del viaje. Comenzamos siguiendo el valle del río Sequillo. Pasamos por algún paso estrecho y garganta hasta que abandonamos ese valle.

Llegó el momento de saltar de nuevo al bello río Abión y llegamos a Burgo de Osma. Nos dimos una vueltilla y tomamos un pincho en un bar que ponía música Punk llamado Uxama (luego descubrimos que es el nombre de un poblado celtíbero romano).

Ya en el río Ucero (en el que desemboca el Abión) por un Bideberde y ya cogemos pistas hacia La Olmeda y llegamos a la Atalaya del Enebral. Una de las muchas que están repartidas por toda la provincia de Soria a la vista unas de otras, construidas en el SX. De paso, tuvimos la ocasión de ver de lejos la fortaleza de Gormaz que ya visitáramos la primera vez que estuvimos en Torreandaluz.

Después de eso, volvimos en línea recta todo lo que pudimos y desafortunadamente nos encontramos con un par de cuestas que casi le matan del susto al Renuente. La verdad que a esas alturas subir esas pendientes no era lo que nadie podía desear.

Cuevas de Soria y la Villa de la Dehesa

Ruta que se antojó muy espesa en su inicio y no dejó de mejorar cada 10 km. Su cosmicidad nos llevó desde Torreandaluz a Cuevas de Soria. A pesar de meternos en unos barrizales que hacían peligrar la capacidad de ciclar del Renuente, poco a poco la cosa fue mejorando hasta que llegamos al pueblo indicado

Como siempre Starman tenía una sorpresa en forma de Villa Romana, en concreto la de la Dehesa. Las organizaciones culturales del gobierno soriano se lo han currado en este caso y estaba todo muy bien cuidado y presentado para los visitantes. Fue una pena que el pueblo propiamente tuviera su único bar cerrado, porque la terraza daba al sol de mediodía de una manera maravillosa. Igualmente, se disfrutó mucho de este componente arqueológico que siempre le queremos dar a nuestras rutas.

La vuelta la dimos rodeando el macizo de Inodejo. Pasamos por la inusualmente grande y bien cuidad Ermita de Nuestra Señora de, que apuntaba maneras de ser la ermita de toda la comarca. Pasamos por el pueblecito de Las Fraguas y luego fuimos bajando hasta salir de ese macizo para dirigirnos a Rioseco de Soria a comer que ya iba siendo hora.

Rodeando la ciudad de SoriA

Sin duda la segunda en belleza y sorpresas de esta visita a tierras sorianas. Rodear una ciudad como Soria, a priori no suponía ningún planazo en nuestras mentes, pero la cantidad de río recorrido, los bideberde que tienen y lo preparada que está la ciudad para ser rodeada nos dejó muy gratamente sorprendidos.

Al principio cogimos la Vía verde Santander-Mediterráneo, una de las largas que hay en la península y resultó ser muy meh. Eso si nos llevó a Monte Valonsadero, una zona añeja a la ciudad preparada para senderistas y ciclistas como no habíamos vista nunca. Primero anduvimos recorriendo un afluente del Duero para luego dar con el río propiamente. Sacamos un bonus track de la manga y el rollo ribera nos duró bastante.

Para terminar, senda junto al Duero y visita la isla del Chill como le llamó Starman, que la verdad es que le dejó el espíritu al Renuente como la seda. Es un espectáculo lo que nos queda por descubrir en esta provincia y la verdad es que volamos muy alto en esta visita. De nuevo las cifras desafiaron las previsiones en desnivel y kilometraje. Pero con el día increíble que hizo (amén de la visita final a la cueva del Eremita con ermita barroca encima incorporada) se podía haber hecho muchos km más.