
Hoy he decidido escribir sobre la muerte de Ozzy Osbourne. Pero desde una mirada diferente. La de un repaso a la recopilación Masters Of Misery que editó sin pena ni gloria el sello inglés Earache en 1992, cuando Black Sabbath estaban en su peor momento. Desde las primeras notas de la fiel versión de los adoradores del riff que fueron Cathedral con ese Shockwave del malogrado Never Say Die! el que para un servidor es el más interesante de los discos homenaje muestra el potencial de influencia que la banda de Birmingham (sobre todo en la era de Ozzy) tuvo no ya en la creación del Heavy Metal como supra género (y sus hijos/hermanos putativos el Death, Black y Thrash y todos sus nietos y biznietos).
Y es que la adoración al ocultismo, los ritmos funéreos, las afinaciones graves y el aura distópica (en parte venidos de la ciudad industrial por excelencia de Inglaterra que les vio nacer) influyeron a bandas y géneros muy diferentes de maneras que todavía no han sido analizadas. Porque si uno se adentra en esta recopilación al tercer tema encontramos el Zero The Hero (irónicamente del más malogrado aún Born Again en el que estuvo Ian Gillan en vez de Ozzy) de Godflesh que captura de lo que realmente se trata con los de las Midlands. Asfixia vital, tono gris en todo lo que el ojo ve, ritmos como martillos en la fábrica de una existencia que no acaba de ver la luz. Industrial, antes que Throbbing Gristle. Industrial como única alternativa. Que el lenguaje fuera el de un Blues atravesado por mugre y hastío es lo de menos. El alcance y el espíritu visionario es inagotable y en el resultado todos tienen su parte.
Masters OF Misery
Tras ese comienzo desconcertante, solo hay que seguir y escuchar a ese hijo deforme que fue Confessor (que versionea con una intensidad enfermiza el Hole In The Sky del que, para muchos, fue su último gran disco Sabotage. Sin pausa y con una mala ostia importante los Sludgers Fudgetunnel se saltan el tempo baladero del Changes (Vol. 4) y lo convierten en una losa de cemento armado. Y desde ahí es un no parar de homenajes demenciados en géneros que a priori uno no relacionaría con Sabbath como el Power Electronics Grind de los OLD de James Plotkin y Alan Dubin (Khanate) con una rendición de Who Are You? (Sabbath Bloody Sabbath) que parece sacada de un remake de pesadilla de la película Tron. Los Brutal Truth de Danny Lilker se sacan una especie de recreación Brutal Death Metal a dos por hora con Lord Of This World (Master Of Reality) y unos Pitchshifter en un momento de gracia le dan la vuelta a NIB (Black Sabbath) y la convierten en encofrado industrial. Cuando uno creía que las cosas no podían ser más marcianas Scorn en su era dueto se cascan un The Wizard (Black Sabbath) que simplemente desafía el entendimiento humano. Casi 12 minutos de ritmos repetitivos y narcóticos, voces inquietantes y sonidos de cuidados paliativos te dejan exhausto para que los noruegos Cadaver despedacen Sweet Leaf (Sabotage) y Cathedral, auténticos herederos del espíritu quimérico de Ozzy y lo suyos repitan con un Solitude que cierra cual canto medieval una recopilación que debería estar en los altares de los homenajes. La gente de Earache no fue consciente del peso que tenían en el devenir del ruido marciano cuando publicaron este disco.



Fuck Disturbed, Long live Ozzy
Y es que es increíble pensar que un servidor se pasó una década escuchando las bandas que aparecen en este disco pensando que Black Sabbath sonaban igual que lo que ahí aparecía. Cuando por fin se decidió a escuchar a los originales le parecieron flojos, sin vida, blandos. Era evidente que algo pasaba que no estaba entendiendo. Alguna clave se escapaba. Esa clave fue precisamente el libreto el disco debut de Cathedral, Equilibrium, el que se mencionaban bandas coetáneas y herederos como Saint Vitus y Candlemass. Poco a poco, el pantano de la comprensión se comenzó a llenar, los puntos se unieron y los discos del cuarteto empezaron formar parte del panteón musical. Lo curioso es que esa epifanía es un trabajo en marcha y que todavía falta mucho para abarcar esos primeros 6 LP (junto a los dos siguientes que son estimables en su propio espacio post hecatombe de estupefacientes) y saciarse sigue siendo un objetivo lejano. Igual es que están hechos para no ser abarcados.

El ritmo cavernario de Bill Ward y Geezer Butler (y sus no menos ominosas letras), la guitarra innovadora a la fuerza del gran Tommi Iommi y como no, ese lamento al infinito del príncipe de la oscuridad. Un ya emperador que jamás será reemplazado y nos ha dejado para siempre. Lleno de controversia, con un digno concierto de despedida (aunque francamente sobraban muchos de los grupos -Disturbed- y faltaban muchos otros: los mencionados Saint Vitus y Candlemass, Electric Wizard y muchos otros que por no ser mainstream no hicieron encenderse los ojos llenos de dólares a la “afligida viuda” Sharon) y una vida que da para varias temporadas de una serie que esperemos nunca se haga. Dejemos descansar al antihéroe y disfrutemos de su legado que es amplio e inabarcable. Gracias por todo